miércoles, 8 de abril de 2020

Perspectivas económicas y comerciales del Covid-19


La pandemia del Coronavirus o Covid-19 ha supuesto un shock para la economía mundial que ha golpeado el normal desenvolvimiento de las actividades cotidianas como el consumo de bienes y servicios, amenazando la sostenibilidad de las finanzas nacionales, la recaudación de impuestos, con el consecuente riesgo de fragilidad presupuestaria y mayor exposición a las crisis cambiarias y de deuda.

En la esfera comercial la OMC acaba de publicar un estudio sobre las perspectivas de comercio con relación a la crisis del Covid-19. Según proyecciones de la Organización en el 2020 el comercio mundial pudiera caer entre un 13% (proyección optimista) y un 32% (proyección pesimista). De cualquier forma, es posible que el impacto final sea distinto al proyectado, pero el consenso es que será un año muy duro para el comercio mundial.


Esta caída pronunciada en el comercio mundial de mercancías probablemente se replique en una mayor proporción para el comercio de servicios. Las medidas de distanciamiento social, las limitaciones de viajes al exterior por voluntad de la gente o prohibiciones de los gobiernos, afecta sensiblemente servicios como el turismo. Según JP Morgan, a marzo 2020 las nuevas actividades de exportación de servicios habían caído al 35,5 del valor de referencia de 50, lo que indica una recesión grave. Otra particularidad de los servicios con respecto a las mercancías como bien apunta la OMC es la siguiente:
“A diferencia de los bienes, no hay existencias de servicios que se puedan retirar ahora para reponerlas en una etapa posterior. En consecuencia, lo que disminuya el comercio de servicios durante la pandemia puede perderse para siempre.”

Las proyecciones no son nada halagüeñas. La OMC prevé que el comercio caerá en todos los mercados y sectores. Para ello recomienda que los gobiernos coordinen e implementen de manera efectiva medidas para contrarrestar la crisis. Tal vez se requieren medidas más profundas que la recesión económica de 2008-2009. Si los gobiernos llevan a cabo medidas eficientes y la pandemia se pone bajo control en poco tiempo, los efectos negativos serán relativamente menores. Pero hay que estresar que es determinante la coordinación y cooperación de todos los países para controlar el Covid-19.

Según las proyecciones de la OMC, como figura en el segundo párrafo, el escenario más optimista ve la caída del comercio mundial en el orden del 13%, suponiendo un control de la pandemia y una recuperación relativa del comercio en la segunda mitad de este año. En la proyección menos optimista, se contempla una recuperación mas lenta, con un descenso pronunciado del comercio hasta el 32%, lo que implica una prolongación en el repunte que en este escenario sería por demás incompleto. Para el 2021 o 2022 se esperaría una recuperación en esta última hipótesis, pero algunos estudios sugieren un efecto prologando de las consecuencias económicas de las pandemias (más adelante se tratará).


Este gráfico preparado por la OMC evidencia como el comercio de mercancías se relaciona con el comportamiento de la economía mundial. El comercio es relativamente sensible al proceder de la economía, medida por el PIB. Si la economía crece, el comercio lo hace en una proporción mayor. Esto es importante para entender que podemos esperar cuando nos encontremos en la curva de recuperación. No obstante, del mismo modo que cuando crece el PIB mundial, cuando este disminuye el comercio de mercancías se ve particularmente afectado.

La OMC también proporcionó un estimado del comportamiento de las exportaciones, importaciones y PIB en los escenarios positivos y negativos. Subrayamos la región de América Central y del Sur por ser la región donde se ubica nuestro país. Para el 2020, la hipótesis más optimista prevé una caída de las exportaciones de 13% y la proyección pesimista coloca la caída en 31%. Este es un escenario bastante cercano a la proyección general de la OMC de 13% y 32% respectivamente, siendo nuestra región de todas las estudiadas, la que más se acerca al promedio global.

Por el lado de las importaciones, estas se pueden ver reducidas entre un 22% y un 44% para este año en nuestra región. En ambos escenarios (optimista y pesimista), la región de América Central y del Sur es la que presenta la mayor proporción de caída de todas las regiones incluidas en el estudio de la OMC.

En lo que respecta al PIB mundial, la región cuenta con una proyección de una caída entre el 4,3% (más optimista) hasta el 11% (más pesimista) en 2020. Ambos escenarios constituyen las proyecciones más negativas de todas las regiones estudiadas por la OMC y particularmente, la región se muestra significativamente desviada de la proyección global que sitúa la caída del PIB entre 2,5% y 8,8% para los escenarios más y menos optimistas respectivamente.


En lo que se refiere a la recuperación y que la OMC proyecta para el próximo año, la región de América Central y del Sur de nuevo aparece como la más rezagada de las cuatro regiones principales comprendidas en el estudio. Tanto para las exportaciones como para el PIB se espera una recuperación en menor grado. Tratándose de las exportaciones éstas crecerían en 2021 entre el 14,3% y el 18,6%, mientras que el PIB se ubicaría en un rango entre 4,8% y 6,5%. Esta hipótesis plantea una recuperación más lenta y prolongada para la región en la que nos encontramos.

Ahora bien, vale aclarar que los efectos y consecuencias concretos de esta pandemia aún restan por verse, por lo que cualquier proyección puede resultar especulativa. No obstante, un estudio preparado el mes pasado por los economistas e investigadores Oscar Jorda, Sanjay R. Singh y Alan M. Taylor nos puede dar un poco de luz acerca de los efectos económicos de las pandemias a mediano y largo plazo.

Según el estudio, los efectos económicos de las pandemias perduran hasta por cuatro décadas. Para llegar a esta conclusión, tomaron datos históricos de pandemias que se remontaban hace varios siglos, partiendo del Siglo 14. Para hacer más significativa su investigación, luego contrastaron esos datos con los de guerras y conflictos armados en los que murieron más de 100 mil personas. Encontraron que después de grandes conflictos bélicos, la recuperación es más rápida, pues las guerras conllevan destrucción de capital (puentes, fábricas, infraestructura, etc.) que tiene que reconstruirse luego del conflicto. Con las pandemias no ocurre lo mismo, el daño económico es real, aunque luego de las pandemias puede haber un aumento significativo de los salarios, por el menor stock de fuerza laboral disponible (los trabajadores que mueren o son incapacitados por la pandemia).

Con respecto a nuestro país, algunos economistas han hecho sus previsiones acerca de nuestras perspectivas económicas. Me permito compartir aquí los datos ofrecidos por Miguel Ceara-Hatton:


Según este modelo, el economista estableció una relación de 1,65 entre el PIB de los países de la OCDE y la República Dominicana. Por lo tanto, suponiendo que la caída en la economía de la OCDE sea de 25% semanal (como lo indica la tendencia), la economía dominicana perdería cada mes 3,17% de su PIB. La prolongación en el tiempo de la pandemia y las consecuentes medidas de aislamiento social y de restricción al comercio, aun en el corto plazo, proyecta golpear duramente a la economía dominicana. La recuperación va a depender de la capacidad de coordinación y colaboración a nivel multilateral, es muy poco lo que puede hacer un país por sí mismo. Una amenaza global como el Covid-19 requiere de un abordaje a ese nivel. Es por lo que consideramos que el pedido de la OMC para una mayor sinergia entre las políticas públicas de los miembros que la componen nos resulta muy pertinente en estos momentos.

viernes, 3 de abril de 2020

El Covid-19 puede traer un auge en el arbitraje internacional


Pasados los primeros tres meses de este año, la pandemia del Coronavirus o Covid-19 se continua expandiendo por el mundo y parece no haber llegado a su pico. Todavía queda por esperar el desenlace final para extraer un balance y realizar proyecciones más concretas sobre los efectos de mediano y largo plazo.

En lo que respecta a la administración de la justicia, la institución del arbitraje se presenta como una alternativa ante la posible parálisis de los sistemas judiciales locales. A diferencia de las instancias judiciales ordinarias, llenas de formalismos y otros requerimientos legales que no pueden ser fácilmente obviados, el arbitraje por su naturaleza se presenta como una opción flexible en tiempos de restricciones al contacto personal, aislamiento social y toques de queda.

Ya sea en la forma de una cláusula contractual, como de un acuerdo independiente (previo o posterior a la controversia), el acuerdo arbitral puede suplir la necesidad de dirimir conflictos en tiempos de pandemias, como el que vivimos actualmente. Uno de los mayores obstáculos de la justicia ordinaria en un contexto así es el requerimiento de llevar a cabo los procedimientos de manera presencial, en audiencias públicas y con la presencia de las partes y/o sus abogados.

Así mismo, los elementos probatorios, la comparecencia de los testigos, de los expertos, la documentación pertinente, etc. implica el contacto físico que aumenta el riesgo de contagio de la enfermedad. Por eso algunas jurisdicciones se han visto en la necesidad de cerrar estas vías, aplazando indefinidamente un servicio público vital como lo es la administración de la justicia.

El arbitraje en nuestro país, así como en muchos países del mundo, permite que esta institución trabaje en apoyo (y no en competencia) a los tribunales de la justicia ordinaria. Nuestra Ley de Arbitraje Comercial, al igual que un gran número de países, se basa en la Ley Modelo de Arbitraje de la UNCITRAL. En términos generales, toda materia o asunto de naturaleza transaccional y que no esté expresamente limitado por Ley, es susceptible de arbitraje.

Este procedimiento de naturaleza eminentemente contractual puede llevarse a cabo a través de tele o videoconferencia. El bajo nivel de formalismo del arbitraje permite que además la documentación, los informes de los expertos, las declaraciones de testigos, los escritos de las partes, entre otros, se puedan canalizar por correo electrónico u otro medio pertinente. Todo ello, sin comprometer la debida rigurosidad del procedimiento. Esto se traduce en un ahorro sustancial de gastos para las partes.

A esto podemos agregarle también la reducción significativa de los costos del proceso, tanto en términos del tribunal arbitral, como de las partes y sus abogados. Ya no hay necesidad de transportarse o requerir alojamiento en hoteles o hasta alquilar un lugar para las audiencias.

No obstante estas ventajas, la virtualización del arbitraje también puede traer algunos menoscabos. La ausencia del contacto cercano puede probar dificultoso en algunos aspectos, tales como el interrogatorio de los testigos, de los expertos y las preguntas directas del tribunal arbitral a las partes. La posibilidad de un acercamiento de las partes contendientes, una hipotética negociación o acuerdo que ponga fin al procedimiento, se pueden ver obstaculizado sin la presencia cara a cara de los intervinientes. Este aspecto se presenta como medular cuando las partes escogen el arbitraje en equidad o si el arbitraje debe ser precedido por, o conducente a, una mediación.

A fin de cuentas, el arbitraje en sus distintas variantes se ve altamente favorecido como alternativa frente a la presente pandemia del Coronavirus. El arbitraje online o virtual, si bien existía hace tiempo y no ha aparecido como una respuesta directa al Covid-19, su incidencia tendrá un efecto catalizador en la adopción de esta modalidad de resolución de controversias. Es probable que al mismo tiempo se aceleren las reformas legales y se aumente la conciencia en la comunidad jurídica de las ventajas que conlleva el arbitraje online, aún en ausencia de pandemias u otros fenómenos con similares implicaciones. Es algo positivo que podemos extraer en un ambiente cargado de incertidumbres.