viernes, 26 de enero de 2018

Como la renegociación del NAFTA nos traerá un mejor DR-CAFTA (Posiblemente?)



Mientras la renegociación del NAFTA entra en su sexta ronda de discusiones, las notables promesas de reformas, al menos para los países que nos encontramos fuera del área del NAFTA se concentran en apartados específicos como el Capítulo 11 sobre Inversión y otras disposiciones transversales como los aspectos laborales.

Si algo hemos aprendido con la suscripción de los Tratados de Libre Comercio es que siempre se va a necesitar un conjunto de medidas institucionales que aseguren la consecución de los objetivos centrales del Acuerdo Comercial. Después de todo, no se trata únicamente de que se respeten las normas relativas al acceso a los mercados, si se obtiene un provecho injusto como producto de la debilidad institucional subyacente en determinado país.

Pero ahora resulta que EEUU quiere cambiar de orientación. Será que se arrepintió de haber promovido con en el NAFTA tantas ganancias en institucionalidad?. Por lo menos en lo que respecta al régimen de inversión extranjera, parece que si. En cambio,  con otros aspectos del Tratado, tales como los laborales y ambientales, se encuentra buscando la forma de cómo aplicar estándares de protección más elevados.

Aunque el interés en ocasiones nos haga parecer contradictorios, la posición de EEUU tiene sentido, al menos para ellos. Si se disminuye el estándar de protección de las inversiones y los inversionistas en el NAFTA, las empresas no se sentirán tan motivadas para establecerse en México.  En consecuencia los negocios americanos regresarán o se quedarán en casa. A eso agregamos que el incremento en los estándares de protección del ambiente y de los derechos de los trabajadores harán más difícil (y más caro) a las empresas producir en México.

No obstante estos peligros, consideramos que las autoridades de México están haciendo su tarea. Como una forma de sortear la incertidumbre que gravita sobre las inversiones extranjeras en su territorio, México recientemente anunció la suscripción del Convenio del CIADI. Con esta acción, le brinda tranquilidad a los inversionistas, de que tendrán una sombrilla de protección, pase lo que pase con el NAFTA. Es una movida muy inteligente de parte de México, que hasta le puede dar cierto espacio de maniobra en las negociaciones con EEUU y Canadá.

Por otra parte, es pertinente que la República Dominicana se vaya preparando para una futura renegociación del DR-CAFTA. Ahora es el momento de comenzar a estudiar y analizar los aspectos que nos interesan que se revisen de este Acuerdo. Son muchos los temas, sectores e intereses en juego, que cuando nos hagan el llamado de renegociar, será como abrir la caja de pandora. Pero bien, siendo realistas y sin emocionarnos mucho, las reformas al DR-CAFTA serán sobre lo que EEUU quiere que sean.

Siendo conscientes de nuestra posición en la mesa de negociación, si podemos (y debemos) insistir en la modificación del régimen de inversión. Será como pedir lo mismo que el NAFTA (recargado?). El balance del Capítulo 10 del DR-CAFTA sobre Inversión solo nos ha traído demandas arbitrales multimillonarias ante tribunales internacionales. El alto nivel de exposición a estas demandas y la limitada capacidad de recursos para la defensa del país son dos de los tantos factores que reflejan nuestra alta vulnerabilidad en el esquema de inversión del DR-CAFTA.

En conclusión, soy de opinión de que el NAFTA 2.0 tendrá un efecto derrame sobre otros Acuerdos de los EEUU. Será positivo en la medida de que los países detecten y encaminen aquellas reformas que más se ajusten a sus intereses estratégicos. Es más, puede servir de punto de partida para empujar nuestros propios esfuerzos de revisión de otros Acuerdos Comerciales y de Inversión.

viernes, 19 de enero de 2018

Lo que trae el 2018 para el Régimen de la Inversión Extranjera



El comienzo de año siempre trae nuevas resoluciones. En la última década (2007-2017),  las reformas al régimen multilateral de la inversión extranjera se concentraron en esfuerzos impulsados principalmente por los países en desarrollo, así como algunas instituciones que abogaban por un sistema más justo que respondiera a los intereses de los inversores, al mismo tiempo que a preocupaciones de tipo social y el desarrollo sostenible de los países receptores de IED.

Organizaciones e instituciones como la UNCTAD, el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD), entre otros, han venido tratando los temas relativos a la IED en general y al impacto de los Acuerdos Internacionales de Inversión (AIIs) en particular. La visión de que estos instrumentos se debían colocar a favor del desarrollo de los países y no constituir una retranca para el ejercicio de cierta discreción en el manejo de la cosa pública formó parte de la agenda de discusión que propulsaron las naciones subdesarrolladas.

Sin embargo, este 2018 se perfila como el año de la disrupción del sistema y no precisamente promovido por los actores tradicionales, ni por las causas que ya conocemos. Hay nuevas fuerzas en movimiento que decisivamente están apuntado en esa dirección. Si les dijera que hasta el Presidente Donald Trump será clave en la reforma del sistema, ¿me creerían?.

Es obvio que la razón es el NAFTA. Pero, ¿por qué el NAFTA?. El NAFTA está siendo renegociado lo sabemos, pero la parte que nos concierne es el Capítulo 11 sobre Inversión. A la administración Trump le interesa (obvio porque es su eslogan) “devolver la grandeza a los Estados Unidos” (Make America Great Again!). Devolver la grandeza es devolver el consumo hacia los productos de EEUU, pero también es devolver capitales (Reforma Fiscal), y devolver la inversión que se fue de los EEUU a países como México.

No es una tarea tan fácil hacer regresar capitales y empresas que se encuentran instaladas hace años en otro país. Se necesitan de ciertas condiciones favorables (dotación de factores, incentivos fiscales, atractivo costo del trabajo, una robusta seguridad jurídica, la igualdad ante la ley, etc.). El Capítulo 11 del NAFTA salvaguarda al inversionista extranjero en contra de los males típicos de los países en desarrollo: trato discriminatorio, arbitrariedad en la toma de decisiones, expropiación, etc. Pero también le brinda un recurso adicional: la posibilidad de demandar directamente al Estado en arbitraje internacional.

Es por ello que por intermedio de los AIIs (como el Capítulo 11 del NAFTA) se promueve la inversión y la llegada de empresas extranjeras, motivadas por ese ecosistema favorable. Pero que sucede cuando ese ecosistema se ve afectado?. Qué pasa, por ejemplo, si se introduce una modificación al NAFTA que permita al Estado optar o no por ir al arbitraje internacional?. Lo menciono, porque este es uno de los asuntos que se están discutiendo, empujado por los EEUU. México se resiste porque implicaría el posible recelo de algunas empresas extranjeras (confiar en el sistema judicial mexicano?), aunque con la defensa del régimen actual, diga que está de acuerdo con exponerse a demandas millonarias en tribunales internacionales[1].

Cualquiera que sea el desenlace, está por verse si el resultado final de la renegociación del NAFTA incluirá una variación sustancial del Capítulo 11. Es uno de los puntos esenciales de la reforma de Trump. Sin ella no habrá más NAFTA. La renegociación del Capítulo 11 del NAFTA, junto a la reciente actitud de la Comunidad Europea con respecto a los AIIs (promoviendo una Corte Multilateral de Arbitraje de Inversión o la exclusión de pleno del mecanismo de Arbitraje Inversionista-Estado de algunos de sus Acuerdos), marcará este 2018 como un año de hitos para el régimen de inversión extranjera y el sistema de solución de controversias Inversionista-Estado[2].


[1] Es interesante esta última observación, ya que México ha sido demandado en 25 arbitrajes de inversión, según datos de la UNCTAD.
[2] Por demás, debemos ir tomando nota para cuando nos toque renegociar el DR-CAFTA. Quién sabe? Tal vez nos beneficie esta reforma.

jueves, 4 de enero de 2018

Relación entre competitividad e internacionalización de las MIPYMES



A pesar de comprender el 98% del universo empresarial y la mayor proporción de los empleos (según datos de la CEPAL, ronda el 67%), las micros, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) tienen una participación reducida en las exportaciones nacionales. Su concentración en los mercados locales (dependencia?), la propia limitación geográfica, la baja productividad y, muy especialmente, la falta de competitividad pueden explicar esta tendencia.

La competitividad va ligada al conjunto de factores (instituciones, políticas públicas, etc.) que determinan el nivel de productividad de las empresas, así como de los sectores y de las economías (CEPAL 2013). Por lo tanto hay una relación simbiótica entre productividad, competitividad e internacionalización de la empresa.

La internacionalización es un proceso complejo que va más allá de ofertar o vender productos y servicios a los mercados mundiales o insertarse en las cadenas globales de valor. Implica además internacionalizar los procesos y gestiones operativas, productivas y empresariales. Para contribuir así a “nivelar la cancha”, es decir, a reducir la brecha de productividad que separa las MIPYMES de las grandes empresas. Este es el mayor reto que supone a las MIPYMES que procuran insertarse o mantenerse en los mercados externos.

Las MIPYMES no pueden hacerlo solo. Para eso deben aliarse con las empresas mayores o aquellas que se hayan “graduado”, sean grandes empresas, multinacionales o MIPYMES exportadoras. Los diseñadores y ejecutores de políticas públicas también deben escoger con cuidado aquellas empresas o sectores con mayor potencial para impulsar estas sinergias.

Así mismo, para potencializar estos efectos, se requiere incrementar la capacitación de las MIPYMES con dos enfoques simultáneos: mejorar la utilización de las nuevas tecnologías y la calidad de los productos/servicios (si es posible, tender a la especialización). Aquí las políticas públicas deben ser dirigidas a generar una mayor vinculación empresa-centros tecnológicos y de capacitación. Por igual, la formación debe ser a nivel gerencial-administrativo, como operativo.

Otro espacio de acción es promover la articulación de los clúster y la cooperación empresarial. Quizás sea un factor cultural o por razones de mercado, pero característicamente vemos a las MIPYMES realizar sus actividades de manera aislada e individualista. No tiene porque ser así. La lucha por cuotas cada vez más reducidas del mercado local mina las oportunidades conjuntas de negocios. Con la cooperación entre las empresas se fomenta el espíritu de camaradería, y horizontalmente, se renueva y propaga la cultura emprendedora y exportadora (exportar, es volver a emprender).

El ejercicio de construir en la conciencia de las MIPYMES los beneficios de la internacionalización pasa por un esfuerzo mancomunado de las partes interesadas. Para ello, la información sobre oportunidades de mercado, así como el conocimiento de los instrumentos y programas de apoyo disponibles deben de estar bien articulados, focalizados y visibles para su mayor aprovechamiento e impacto.

En definitiva, podemos establecer que existe una correspondencia entre competitividad e internacionalización de las MIPYMES. Las ganancias en productividad, y por ende en competitividad, se traduce en una mayor capacidad de participación exterior. Una vez allí, la sofisticación de los mercados (la economía del conocimiento, la innovación, las redes de información, entre otros elementos) se encargará de estimular la competitividad de las firmas.