jueves, 4 de enero de 2018

Relación entre competitividad e internacionalización de las MIPYMES



A pesar de comprender el 98% del universo empresarial y la mayor proporción de los empleos (según datos de la CEPAL, ronda el 67%), las micros, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) tienen una participación reducida en las exportaciones nacionales. Su concentración en los mercados locales (dependencia?), la propia limitación geográfica, la baja productividad y, muy especialmente, la falta de competitividad pueden explicar esta tendencia.

La competitividad va ligada al conjunto de factores (instituciones, políticas públicas, etc.) que determinan el nivel de productividad de las empresas, así como de los sectores y de las economías (CEPAL 2013). Por lo tanto hay una relación simbiótica entre productividad, competitividad e internacionalización de la empresa.

La internacionalización es un proceso complejo que va más allá de ofertar o vender productos y servicios a los mercados mundiales o insertarse en las cadenas globales de valor. Implica además internacionalizar los procesos y gestiones operativas, productivas y empresariales. Para contribuir así a “nivelar la cancha”, es decir, a reducir la brecha de productividad que separa las MIPYMES de las grandes empresas. Este es el mayor reto que supone a las MIPYMES que procuran insertarse o mantenerse en los mercados externos.

Las MIPYMES no pueden hacerlo solo. Para eso deben aliarse con las empresas mayores o aquellas que se hayan “graduado”, sean grandes empresas, multinacionales o MIPYMES exportadoras. Los diseñadores y ejecutores de políticas públicas también deben escoger con cuidado aquellas empresas o sectores con mayor potencial para impulsar estas sinergias.

Así mismo, para potencializar estos efectos, se requiere incrementar la capacitación de las MIPYMES con dos enfoques simultáneos: mejorar la utilización de las nuevas tecnologías y la calidad de los productos/servicios (si es posible, tender a la especialización). Aquí las políticas públicas deben ser dirigidas a generar una mayor vinculación empresa-centros tecnológicos y de capacitación. Por igual, la formación debe ser a nivel gerencial-administrativo, como operativo.

Otro espacio de acción es promover la articulación de los clúster y la cooperación empresarial. Quizás sea un factor cultural o por razones de mercado, pero característicamente vemos a las MIPYMES realizar sus actividades de manera aislada e individualista. No tiene porque ser así. La lucha por cuotas cada vez más reducidas del mercado local mina las oportunidades conjuntas de negocios. Con la cooperación entre las empresas se fomenta el espíritu de camaradería, y horizontalmente, se renueva y propaga la cultura emprendedora y exportadora (exportar, es volver a emprender).

El ejercicio de construir en la conciencia de las MIPYMES los beneficios de la internacionalización pasa por un esfuerzo mancomunado de las partes interesadas. Para ello, la información sobre oportunidades de mercado, así como el conocimiento de los instrumentos y programas de apoyo disponibles deben de estar bien articulados, focalizados y visibles para su mayor aprovechamiento e impacto.

En definitiva, podemos establecer que existe una correspondencia entre competitividad e internacionalización de las MIPYMES. Las ganancias en productividad, y por ende en competitividad, se traduce en una mayor capacidad de participación exterior. Una vez allí, la sofisticación de los mercados (la economía del conocimiento, la innovación, las redes de información, entre otros elementos) se encargará de estimular la competitividad de las firmas.

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