A pesar de comprender el 98% del universo empresarial y la mayor proporción de los empleos (según datos de la CEPAL, ronda el 67%), las micros, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) tienen una participación reducida en las exportaciones nacionales. Su concentración en los mercados locales (dependencia?), la propia limitación geográfica, la baja productividad y, muy especialmente, la falta de competitividad pueden explicar esta tendencia.
La
competitividad va ligada al conjunto de factores (instituciones, políticas
públicas, etc.) que determinan el nivel de productividad de las empresas, así
como de los sectores y de las economías (CEPAL 2013). Por lo tanto hay una
relación simbiótica entre productividad, competitividad e internacionalización
de la empresa.
La
internacionalización es un proceso complejo que va más allá de ofertar o vender
productos y servicios a los mercados mundiales o insertarse en las cadenas
globales de valor. Implica además internacionalizar los procesos y gestiones
operativas, productivas y empresariales. Para contribuir así a “nivelar la
cancha”, es decir, a reducir la brecha de productividad que separa las MIPYMES
de las grandes empresas. Este es el mayor reto que supone a las MIPYMES que procuran
insertarse o mantenerse en los mercados externos.
Las MIPYMES
no pueden hacerlo solo. Para eso deben aliarse con las empresas mayores o
aquellas que se hayan “graduado”, sean grandes empresas, multinacionales o
MIPYMES exportadoras. Los diseñadores y ejecutores de políticas públicas
también deben escoger con cuidado aquellas empresas o sectores con mayor
potencial para impulsar estas sinergias.
Así mismo,
para potencializar estos efectos, se requiere incrementar la capacitación de
las MIPYMES con dos enfoques simultáneos: mejorar la utilización de las nuevas
tecnologías y la calidad de los productos/servicios (si es posible, tender a la
especialización). Aquí las políticas públicas deben ser dirigidas a generar una
mayor vinculación empresa-centros tecnológicos y de capacitación. Por igual, la
formación debe ser a nivel gerencial-administrativo, como operativo.
Otro
espacio de acción es promover la articulación de los clúster y la cooperación
empresarial. Quizás sea un factor cultural o por razones de mercado, pero característicamente
vemos a las MIPYMES realizar sus actividades de manera aislada e
individualista. No tiene porque ser así. La lucha por cuotas cada vez más
reducidas del mercado local mina las oportunidades conjuntas de negocios. Con
la cooperación entre las empresas se fomenta el espíritu de camaradería, y
horizontalmente, se renueva y propaga la cultura emprendedora y exportadora
(exportar, es volver a emprender).
El ejercicio
de construir en la conciencia de las MIPYMES los beneficios de la
internacionalización pasa por un esfuerzo mancomunado de las partes interesadas.
Para ello, la información sobre oportunidades de mercado, así como el conocimiento
de los instrumentos y programas de apoyo disponibles deben de estar bien
articulados, focalizados y visibles para su mayor aprovechamiento e impacto.
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