Hace un año escribí un artículo sobre el
Informe Global de Competitividad 2016-2017 del Foro Económico Mundial (FEM)[1].
En aquel entonces la República Dominicana venía de escalar importantes peldaños
en lo que se refiere a este índice, según las posiciones alcanzadas en el
período 2013-2016 (2013: 105/148, 2014: 101/144, 2015: 98/140 y 2016: 92/138). Aunque
el número de países tomados para el estudio ha variado dependiendo del año, en
términos absolutos logramos avanzar 13 posiciones en los años comprendidos
entre 2013 y 2016. No obstante, en un solo año descendimos casi al mismo nivel
de hace 5 años, alcanzando la posición 104 en el Informe 2017-2018. Algunos han
calificado este resultado como vergonzoso para el país[2].
En el mundo, en peor situación a nosotros se
encuentran Kuwait (cayó del puesto 38 al 52, perdiendo 14 posiciones), lo mismo
que Sudáfrica (del puesto 47 al 61, perdiendo también 14 posiciones) y Sri
Lanka (del puesto 71 al 85, retrocediendo por igual 14 posiciones). Todos estos
países y la República Dominicana tienen algo en común: como primer o segundo
factor identificado por el sector privado como los más problemáticos para hacer
negocios se encuentran: la corrupción y la burocracia ineficiente del gobierno.
En algunos casos (Kuwait, Sudáfrica, República Dominicana) la corrupción ocupa
el principal factor problemático para los negocios y en el caso de Sri Lanka el
primer lugar se lo lleva la burocracia ineficiente del gobierno.
Qué lectura podemos extraer de este estudio?.
Es evidente que existe una correlación entre corrupción/burocracia ineficiente
del gobierno y un mejor o peor desempeño en el índice global de competitividad.
Y todo tiene que ver al mismo tiempo con la institucionalidad de los países. Como
el mismo FEM establece en su última entrega: “La crisis financiera de 2007-2008, junto con numerosos escándalos, ha
destacado la relevancia de la (...) transparencia para prevenir el fraude y la mala
gestión, garantizar la buena gobernanza y mantener la confianza de los inversionistas
y los consumidores”. En consecuencia, los Estados deben velar porque sean
reenfocadas las políticas públicas en materia de transparencia, institucionalidad
y la lucha contra la corrupción. Hay que estudiar estos fenómenos y ver lo que
está pasando, podemos tener los mismos problemas que otros países, pero las
circunstancias, los factores y causas pueden ser distintas.
Las mejoras institucionales son difíciles,
complejas y llevan tiempo, pero también debemos agradecer al FEM por indicarnos
(de nuevo) aquellas áreas en las que tenemos que hacer el énfasis. Lo he dicho
antes: estos informes no nos queman, ni nos pasan, no se trata de eso. El punto
es reconocer las señales que nos vienen dando, y a tiempo, para no volver a
tropezar con la misma piedra una y otra vez. Este año fueron 12 puestos que
retrocedimos, pero soy de los que creen que haciendo los ajustes necesarios en
materia de transparencia e institucionalidad, en algunas entregas futuras podremos
decir que solo echamos hacia atrás “para coger un impulso”.
[1] Para ver este artículo: http://internacionalvision.blogspot.com/2016/10/lecturas-del-informe-global-de.html
[2] Ver este artículo de Arturo
Martínez Moya: http://hoy.com.do/damos-verguenza/
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