El Informe Global de Competitividad (Global Competitiveness
Report) es uno de los principales índices referenciales del mundo. Diríamos que
es el referente por excelencia para medir que tan eficiente un país utiliza sus
recursos para proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos. Logra hacer esta aproximación a partir de una
serie de indicadores que miden un conjunto de instituciones, políticas y
factores que definen los niveles de prosperidad económica sostenible en el
corto y medio plazo. También contribuye a delimitar el nivel de avance de una
economía en términos de las distintas fases de desarrollo que pueda alcanzar (aquella
impulsada por factores, impulsada por la eficiencia o impulsada por la
innovación), cada una implicando un creciente grado de complejidad en el
funcionamiento de la economía.
El surgimiento de los marcos de competitividad internacional
influye a la hora de determinar con exactitud una amplia variedad de obstáculos
al comercio y la inversión. Estos marcos ayudan a los reformadores de las
políticas estatales a evaluar el entorno comercial y mercantil de su país en
comparación con las mejores prácticas internacionales. Les permite centrarse en
áreas específicas para reformar aquello que mejorará la posición de su país en
los índices internacionales, y al mismo tiempo, reforzar la competitividad, incrementar
las exportaciones, facilitar los negocios y la inversión extranjera directa.
Podríamos establecer que el Informe Global de Competitividad (IGC), junto al Índice
de Facilitación del Comercio, ambos del Foro Económico Mundial, el Informe
Haciendo Negocios (Doing Business) preparado por el Banco Mundial, el Informe
sobre las Inversiones en el Mundo de la UNCTAD y el Informe sobre Desarrollo
Humano del PNUD constituyen algunos de los principales referentes en materia de
comercio e inversión.
La propia República Dominicana ha reconocido la relevancia del
IGC y otros informes para la formulación de acciones y planes dirigidos a
mejorar nuestro desempeño en los indicadores[1].
Pero su influencia no se limita a los hacedores de política, sino también son considerados
por los inversores y agentes privados. Para éstos últimos constituyen una
herramienta o guía para la toma de decisiones, al lado de los tradicionales
indicadores como el PIB y el tamaño del mercado. Digamos que un país x puede
mostrar un crecimiento económico sostenido en el tiempo, pero si sus
instituciones no cuentan con la solidez suficiente o la corrupción es rampante,
se constituyen obstáculos a veces insalvables para que los agentes puedan
establecer negocios en ese país. Igualmente, la deficiencia de los servicios básicos
como seguridad y electricidad significan costos adicionales para las empresas
(seguridad privada, cámaras, planta eléctrica, combustible, etc.).
Ahora bien, pasando al IGC 2016-2017 con respecto a
República Dominicana encontramos algunos hallazgos interesantes y otros que no
nos sorprenden. Lo que es positivo es la calificación global en la cual nos
posicionamos en el lugar número 92 de un total de 138 países que fueron
evaluados en esta entrega. En América Latina y el Caribe el primer lugar se lo
llevó Chile con el puesto 33, mientras que Venezuela se ubica al otro extremo
en el puesto 130. En la subregión de Centroamérica y el Caribe Panamá está a la
cabeza en número 42, seguido de Costa Rica en el 54, Jamaica en el 75,
Guatemala en el 78 y Honduras en el 88. Por debajo de República Dominicana se
encuentran Trinidad y Tobago (94), Nicaragua (103) y El Salvador (105). Es
decir, que nos situamos prácticamente en la media del umbral regional.
De la lectura general del IGC parecería que nuestro país ha
avanzado en términos numéricos globales (2016: 92/138, 2015: 98/140, 2014:
101/144, 2013: 105/148). No obstante, es en el análisis de los distintos
componentes del informe que se pueden apreciar los detalles para lograr un
entendimiento de los factores que impulsan o frustran nuestro desempeño. Los
llamados “números pequeños del IGC” lo componen 114 indicadores que capturan
aquellos ítems (conceptos) relevantes para la productividad y prosperidad a
largo plazo.
Estos indicadores se agrupan en 12 pilares: instituciones,
infraestructura, ambiente macroeconómico, salud y educación primaria, educación
superior y capacitación, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del
mercado laboral, desarrollo del mercado financiero, preparación tecnológica,
tamaño del mercado, sofisticación empresarial, y la innovación. Estos pilares
están a su vez organizados en tres subíndices: requisitos básicos,
potenciadores de eficiencia y factores de innovación y sofisticación. A los
tres subíndices se le confieren diferentes pesos en el cálculo del índice general,
dependiendo de la fase de desarrollo de cada economía, representada por su PIB
per cápita y la proporción de las materias primas en la composición de las
exportaciones.
Así pues, de las áreas que requieren mayor atención
partiendo de la calificación de los indicadores alcanzada encontramos que en el
primer pilar (instituciones) se encuentra el mayor número de indicadores en los
últimos diez lugares del IGC. Estos son: desvíos de fondos públicos (133), confianza
en los políticos (130), favoritismo en las decisiones del gobierno (128), confiabilidad
en los servicios policiales (133) y comportamiento ético de las firmas (130).
En cuanto al segundo pilar (infraestructura) especial
cuidado requiere mejorar la calidad del servicio eléctrico (123). Este es un
componente de suma importancia para la industria y el comercio, lo que debe
traducirse no solo en proveer un servicio de calidad, si no también abaratar
los costos que permitan ser más competitivas a las empresas que dependen regularmente
de este servicio.
El cuarto pilar (salud y educación primaria) es otro renglón
que merece nuestro especial interés. Dos indicadores puntuales: calidad de la
educación primaria y la tasa de matriculación primaria, se sitúan en los
puestos número 123 y 126 respectivamente, a pesar de esfuerzos y conquistas
recientes como la asignación de la proporción correspondiente al 4% del PIB al
presupuesto para la educación pública pre-universitaria. Sobre este punto hay
que tener en cuenta que la educación primaria sirve de base y fundamento al
individuo en toda su vida productiva y que las deficiencias en esta etapa tan
importante del proceso de enseñanza/aprendizaje se llevan hasta la vida adulta
con sus consecuencias negativas para la especialización, productividad y
competitividad de nuestra fuerza laboral.
En lo que respecta al quinto pilar (educación superior y capacitación)
nos encontramos por debajo de los 100 primeros países en los siguientes
renglones: calidad del sistema educativo (124), calidad de la educación de
ciencias y matemáticas (131), acceso a internet en las escuelas (101) y grado
de formación del personal (106). Acá podemos tomar el ranking en ciencias y
matemáticas como una consecuencia de las deficiencias que se vienen arrastrando
desde el nivel primario, básico y secundario.
En el sexto pilar (eficiencia del mercado de bienes) tenemos
algunos indicadores que inciden directamente tanto en la competencia como en la
competitividad de las firmas, así como en sus planes y expectativas de negocios.
Así pues, requieren prioridad: la extensión de dominio en el mercado (130), eficacia
de la política anti-monopolio (132), efecto de la tributación en los incentivos
a la inversión (111) y los costos de la política agrícola (96). Estos
indicadores sugieren acciones en los campos de política de competencia, así
como la revisión de ciertas regulaciones para brindar mayor certidumbre al
mercado y los agentes privados. La certidumbre y las reglas claras son terreno
fértil para la inversión y la llegada de capitales.
Un pilar que cada vez adquiere mayor relevancia es el
relativo a la innovación, como el mismo Foro Económico Mundial reconoce en la
parte introductoria del IGC que estamos viviendo la cuarta revolución
industrial, caracterizada por los avances científicos y tecnológicos con
énfasis en investigación y desarrollo. Nuestro desempeño ha mermado en estos
campos, al obtener unas calificaciones por debajo de los primeros 100 evaluados
en los siguientes indicadores: calidad de las instituciones de investigación
(124), gasto de las compañías en investigación y desarrollo (119), colaboración
industria-universidades en investigación y desarrollo (111), así como la disponibilidad de
científicos e ingenieros (108).
Gráficos (click para agrandar):
[1]
Ver: El Índice de Competitividad Global asesora a la República Dominicana https://www.weforum.org/es/agenda/2016/09/el-indice-de-competitividad-global-asesora-a-la-republica-dominicana?utm_content
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