jueves, 6 de octubre de 2016

Lecturas del Informe Global de Competitividad 2016-2017 del Foro Económico Mundial: Caso República Dominicana.



El Informe Global de Competitividad (Global Competitiveness Report) es uno de los principales índices referenciales del mundo. Diríamos que es el referente por excelencia para medir que tan eficiente un país utiliza sus recursos para proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos.  Logra hacer esta aproximación a partir de una serie de indicadores que miden un conjunto de instituciones, políticas y factores que definen los niveles de prosperidad económica sostenible en el corto y medio plazo. También contribuye a delimitar el nivel de avance de una economía en términos de las distintas fases de desarrollo que pueda alcanzar (aquella impulsada por factores, impulsada por la eficiencia o impulsada por la innovación), cada una implicando un creciente grado de complejidad en el funcionamiento de la economía.

El surgimiento de los marcos de competitividad internacional influye a la hora de determinar con exactitud una amplia variedad de obstáculos al comercio y la inversión. Estos marcos ayudan a los reformadores de las políticas estatales a evaluar el entorno comercial y mercantil de su país en comparación con las mejores prácticas internacionales. Les permite centrarse en áreas específicas para reformar aquello que mejorará la posición de su país en los índices internacionales, y al mismo tiempo, reforzar la competitividad, incrementar las exportaciones, facilitar los negocios y la inversión extranjera directa. Podríamos establecer que el Informe Global de Competitividad (IGC), junto al Índice de Facilitación del Comercio, ambos del Foro Económico Mundial, el Informe Haciendo Negocios (Doing Business) preparado por el Banco Mundial, el Informe sobre las Inversiones en el Mundo de la UNCTAD y el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD constituyen algunos de los principales referentes en materia de comercio e inversión.

La propia República Dominicana ha reconocido la relevancia del IGC y otros informes para la formulación de acciones y planes dirigidos a mejorar nuestro desempeño en los indicadores[1]. Pero su influencia no se limita a los hacedores de política, sino también son considerados por los inversores y agentes privados. Para éstos últimos constituyen una herramienta o guía para la toma de decisiones, al lado de los tradicionales indicadores como el PIB y el tamaño del mercado. Digamos que un país x puede mostrar un crecimiento económico sostenido en el tiempo, pero si sus instituciones no cuentan con la solidez suficiente o la corrupción es rampante, se constituyen obstáculos a veces insalvables para que los agentes puedan establecer negocios en ese país. Igualmente, la deficiencia de los servicios básicos como seguridad y electricidad significan costos adicionales para las empresas (seguridad privada, cámaras, planta eléctrica, combustible, etc.).

Ahora bien, pasando al IGC 2016-2017 con respecto a República Dominicana encontramos algunos hallazgos interesantes y otros que no nos sorprenden. Lo que es positivo es la calificación global en la cual nos posicionamos en el lugar número 92 de un total de 138 países que fueron evaluados en esta entrega. En América Latina y el Caribe el primer lugar se lo llevó Chile con el puesto 33, mientras que Venezuela se ubica al otro extremo en el puesto 130. En la subregión de Centroamérica y el Caribe Panamá está a la cabeza en número 42, seguido de Costa Rica en el 54, Jamaica en el 75, Guatemala en el 78 y Honduras en el 88. Por debajo de República Dominicana se encuentran Trinidad y Tobago (94), Nicaragua (103) y El Salvador (105). Es decir, que nos situamos prácticamente en la media del umbral regional.

De la lectura general del IGC parecería que nuestro país ha avanzado en términos numéricos globales (2016: 92/138, 2015: 98/140, 2014: 101/144, 2013: 105/148). No obstante, es en el análisis de los distintos componentes del informe que se pueden apreciar los detalles para lograr un entendimiento de los factores que impulsan o frustran nuestro desempeño. Los llamados “números pequeños del IGC” lo componen 114 indicadores que capturan aquellos ítems (conceptos) relevantes para la productividad y prosperidad a largo plazo.

Estos indicadores se agrupan en 12 pilares: instituciones, infraestructura, ambiente macroeconómico, salud y educación primaria, educación superior y capacitación, eficiencia del mercado de bienes, eficiencia del mercado laboral, desarrollo del mercado financiero, preparación tecnológica, tamaño del mercado, sofisticación empresarial, y la innovación. Estos pilares están a su vez organizados en tres subíndices: requisitos básicos, potenciadores de eficiencia y factores de innovación y sofisticación. A los tres subíndices se le confieren diferentes pesos en el cálculo del índice general, dependiendo de la fase de desarrollo de cada economía, representada por su PIB per cápita y la proporción de las materias primas en la composición de las exportaciones.

Así pues, de las áreas que requieren mayor atención partiendo de la calificación de los indicadores alcanzada encontramos que en el primer pilar (instituciones) se encuentra el mayor número de indicadores en los últimos diez lugares del IGC. Estos son: desvíos de fondos públicos (133), confianza en los políticos (130), favoritismo en las decisiones del gobierno (128), confiabilidad en los servicios policiales (133) y comportamiento ético de las firmas (130).

En cuanto al segundo pilar (infraestructura) especial cuidado requiere mejorar la calidad del servicio eléctrico (123). Este es un componente de suma importancia para la industria y el comercio, lo que debe traducirse no solo en proveer un servicio de calidad, si no también abaratar los costos que permitan ser más competitivas a las empresas que dependen regularmente de este servicio.

El cuarto pilar (salud y educación primaria) es otro renglón que merece nuestro especial interés. Dos indicadores puntuales: calidad de la educación primaria y la tasa de matriculación primaria, se sitúan en los puestos número 123 y 126 respectivamente, a pesar de esfuerzos y conquistas recientes como la asignación de la proporción correspondiente al 4% del PIB al presupuesto para la educación pública pre-universitaria. Sobre este punto hay que tener en cuenta que la educación primaria sirve de base y fundamento al individuo en toda su vida productiva y que las deficiencias en esta etapa tan importante del proceso de enseñanza/aprendizaje se llevan hasta la vida adulta con sus consecuencias negativas para la especialización, productividad y competitividad de nuestra fuerza laboral.

En lo que respecta al quinto pilar (educación superior y capacitación) nos encontramos por debajo de los 100 primeros países en los siguientes renglones: calidad del sistema educativo (124), calidad de la educación de ciencias y matemáticas (131), acceso a internet en las escuelas (101) y grado de formación del personal (106). Acá podemos tomar el ranking en ciencias y matemáticas como una consecuencia de las deficiencias que se vienen arrastrando desde el nivel primario, básico y secundario.

En el sexto pilar (eficiencia del mercado de bienes) tenemos algunos indicadores que inciden directamente tanto en la competencia como en la competitividad de las firmas, así como en sus planes y expectativas de negocios. Así pues, requieren prioridad: la extensión de dominio en el mercado (130), eficacia de la política anti-monopolio (132), efecto de la tributación en los incentivos a la inversión (111) y los costos de la política agrícola (96). Estos indicadores sugieren acciones en los campos de política de competencia, así como la revisión de ciertas regulaciones para brindar mayor certidumbre al mercado y los agentes privados. La certidumbre y las reglas claras son terreno fértil para la inversión y la llegada de capitales.

Un pilar que cada vez adquiere mayor relevancia es el relativo a la innovación, como el mismo Foro Económico Mundial reconoce en la parte introductoria del IGC que estamos viviendo la cuarta revolución industrial, caracterizada por los avances científicos y tecnológicos con énfasis en investigación y desarrollo. Nuestro desempeño ha mermado en estos campos, al obtener unas calificaciones por debajo de los primeros 100 evaluados en los siguientes indicadores: calidad de las instituciones de investigación (124), gasto de las compañías en investigación y desarrollo (119), colaboración industria-universidades en investigación y desarrollo (111), así como la disponibilidad de científicos e ingenieros (108).

Finalmente el IGC recoge una lista de los factores más problemáticos para hacer negocios en los países. En el caso de República Dominicana, la corrupción ocupa el primer lugar en la lista de estos factores. Le siguen las tasas impositivas, la ineficiencia de la burocracia gubernamental y la inadecuada educación de la fuerza de trabajo. De la lectura combinada de estos factores y la calificación obtenida en el primer pilar (instituciones) podemos colegir que República Dominicana debe tener como alta prioridad ocuparse de las áreas vinculadas al fortalecimiento institucional, la transparencia y la eficiencia del Estado, además de ir trabajando transversalmente en la mejora de la calidad de los servicios públicos, tales como educación, seguridad ciudadana y suministro de la energía eléctrica en aras de mejorar nuestro desempeño en el IGC en particular (que es un medio y no un fin), así como en la sostenibilidad e inclusión del desarrollo para proveer altos niveles de prosperidad a sus ciudadanos (que es el verdadero objetivo).

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