"A diferencia del siglo pasado, a comienzos del siglo XXI vemos que son protestas sin líderes, sin agendas bien definidas, integradas por jóvenes de clase media, estudiantes y profesionales, que son nativos digitales y manejan muy bien las redes sociales".
Martin Gurri
La Revuelta del Público
La revolución digital
Vivimos en la era de la revolución digital y de la información. Hasta el siglo pasado, los canales tradicionales de diseminación de la información se hacían en una vía: la gente recibía la información, sin la posibilidad de responderles a los emisores. Fue la época dorada de la radio, la televisión, los periódicos, etc.
Ese estado de cosas, por supuesto significó para los que controlaban los medios de comunicación masiva (élites económicas, políticas, etc.) el dominio de un amplio espectro de la opinión pública. El ascenso del fascismo se debió, en parte, al auge de la radio y otros medios como la televisión que permitían diseminar mensajes amplia y rápidamente.
El advenimiento del internet y su masificación en la década de 1990, sumado a la aparición de las redes sociales en la década de 2000 y del auge de los smartphones en el decenio de 2010 ha cambiado para siempre el paradigma de la comunicación vigente hasta finales del siglo XX. No necesariamente se trata de destrucción creativa, puesto que considero que los medios tradicionales seguirán existiendo, pero adaptándose a la nueva realidad.
Todo este caudal de información se encuentra ahora en manos del público. Martin Gurri en su obra "La Revuelta del Público" lo define de esta manera: "...el público no es una multitud, no es la sociedad, el público ni siquiera es el mismo en todas las circunstancias. El público, por lo tanto, es el que en un instante dado se encuentra en una protesta, aunque las razones, los objetivos y hasta las personas que participan en ella cambien de un momento a otro...".
Gurri, un antiguo analista de la CIA, considera que este escenario representa una situación anómala, sin precedentes para los gobiernos. Las élites, y por vía de consecuencia los gobiernos que sirven para sostenerles, se muestran en muchos casos impotentes ante un público que se manifiesta de manera pacífica, ordenada y cívicamente. Esas formas de llevar a cabo protestas no son nuevas, como nos muestra el siglo pasado (Gandhi, Martin Luther King, etc.), pero a diferencia de antaño, en las protestas del siglo XXI no vemos un líder o figura de alto perfil que organice y promueva las movilizaciones.
Todo lo contrario dice Gurri. Son los jóvenes profesionales, estudiantes, sectores que viven en "zonas de confort": clase media (y hasta clase alta), empresarios, académicos y otros, que han sido, hasta cierto punto, marginados por la élite político-económica tradicional. Lo hemos visto en los "Indignados" (España), Occupy Wall Street (EEUU), Gilets Jaunes (Francia), etc. Más cerca y reciente: las protestas en Chile, Ecuador, Colombia, y ahora también en República Dominicana.
Lo que ha magnificado el efecto de las protestas contemporáneas es el uso masivo de las redes sociales. En cuestión de unas pocas horas se puede planificar, organizar y movilizar a una gran cantidad de personas. Ya la distancia no es un factor: la comunicación es instantánea. Tampoco el control de los medios: las élites no controlan Facebook, ni Instagram, ni Whatsapp, ni Twitter, etc. El público es el creador y el receptor del contenido.
La disrupción es inevitable. Los gobiernos y las élites han entendido que el sistema piramidal, altamente jerarquizado y controlador ya no existe. La emancipación del público ha traído también una nueva disciplina: la del estudio de la protesta en el siglo XXI como fenómeno social. Veamos algunos ejemplos.
Cómo hacer la revolución
Sdrja Popovic era un joven profesional serbio, con una vida acomodada y hasta tenía su propio grupo de rock: BAAL. Lo dejó de lado para conformar el movimiento Otpor!, creado para oponerse al gobierno déspota de Slobodan Milošević. Utilizando la creatividad, el ingenio, el pacifismo y hasta el humor, Popovic, Otpor y la sociedad serbia lograron deshacerse de Milošević en octubre del año 2000.
Popovic luego llegó a escribir un libro: Cómo hacer la revolución. En su obra, que es una especie de autobiografía, detalla sus experiencias como joven en el movimiento Otpor!, explicando las técnicas que funcionaron para socavar el régimen de Milošević. Pero también, va estableciendo paralelismos con otros movimientos de protesta en diferentes épocas y partes del mundo.
Explica Popovic, como los movimientos y las protestas en el Siglo XXI son llevadas a cabo por ciudadanos comunes, no son líderes formados, son gente común y corriente, "como tú y yo". La resistencia debe ser pacífica, expone Popovic, "ya que el gobierno tiene las armas, pero nosotros tenemos los bizcochos y el humor".
La protesta pacífica, cohesionada, consistente y duradera en el tiempo tendrá dos efectos: primero se reforzará la unidad del público que participa en la protesta, y por otro lado tenderá a debilitar por fatiga al régimen, ya que al ser pacífica, no puede ser oprimida o dispersada por la fuerza. Fue lo que lograron en apenas 6 días de protesta (29 de septiembre al 5 de octubre del 2000) los serbios para salir de Milošević, luego de un fraude en las elecciones del 24 de septiembre del 2000.
El número mágico detrás de las protestas
Todo esto nos lleva a preguntarnos: existe una cantidad específica de personas movilizadas para que una protesta sea exitosa y cumpla sus objetivos?. La respuesta corta es...: algo así.
Erica Chenoweth investigadora la universidad de Harvard se unió a Maria J. Stephan para encontrar el "número mágico". Después de estudiar y analizar data de más de un siglo de protestas (1900-2006), tanto pacíficas como violentas, revelaron unos hallazgos fascinantes:
Descubrieron que las principales protestas no violentas tienen éxito el 53% de las veces, mientras que las campañas violentas tienen éxito solo el 26% de las ocasiones.
Por igual, encontraron el número mágico: 3.5% de la población. "Por encima de ese umbral de 3.5%, no hubo movimientos fallidos, y eso fue un poco sorprendente para mí en el sentido de que es un umbral bastante pequeño ", dice Chenoweth.
Utilizando históricos e informes de noticias, su conjunto de datos codificó la cantidad de personas visibles en las líneas del frente de las protestas, ya sea en huelga, marchando o participando en un plantón.
Como era de esperarse, cuantos más participantes se registraron, mayor fue la probabilidad de éxito de las protestas. Pero cuando la participación llegó al 3.5% de la población, esa probabilidad se volvió aparentemente inevitable. Los ejemplos incluyen la Revolución del Poder Popular en Filipinas y la Revolución de las Rosas en Georgia.
Reflexiones finales
Los tres estudios anteriores nos ofrecen una explicación bastante clara de la naturaleza de las protestas en el siglo XXI. Las movilizaciones ya no son ni remotamente lo que fueron en el siglo XX. El público ha cambiado, ya no existen esos grandes líderes ni figuras históricas, nadie se roba el protagonismo. El pacifismo y el uso de las redes sociales ha socavado la capacidad de respuesta de los gobiernos y las élites, que no parecen adaptarse a las nuevas circunstancias. La regla del 3.5% nos demuestra que no es indispensable movilizar a la mitad o mayoría absoluta de la población para que una protesta tenga éxito. Por cierto, como dato curioso, el 3.5% de la población dominicana son 385 mil personas, un chin de gente como decimos los dominicanos.
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