Las elecciones de los Estados
Unidos del pasado 8 de noviembre serán recordadas como una de las más reñidas
de los últimos años. Las propuestas de ambos candidatos a la presidencia se
mantuvieron gravitando en un ambiente lleno de hostilidad, ataques personales,
conspiraciones y chismes propios de un país del tercer mundo, con poca
contribución al debate sobre las cuestiones neurálgicas, notablemente, las
relaciones comerciales de la principal economía mundial.
Tomando prestado el slogan del
Presidente Ronald Reagan, Donald Trump prometió volver a hacer grandioso a los
Estados Unidos (Make America Great Again!). Reagan venía de una década de los
setenta marcada por la estanflación (estancamiento + inflación), producto de
una crisis petrolera. Aunque el
trasfondo es diferente, la realidad es que el señor Trump va a heredar una
economía estable, pero marcada por la creciente disparidad de la renta promedio
de la clase obrera y los trabajadores con menor calificación. Es precisamente
este votante al que Donald Trump apuntó en su campaña, con algunos
planteamientos que se pueden considerar populistas, como es la revisión o la
terminación de algunos de los esquemas de integración económica.
En lo que respecta a los Tratados
Comerciales, al menos uno de los candidatos fue más enfático en plantear la
necesidad de una modificación sustancial del régimen operante. Nos referimos al
candidato, hoy Presidente electo, Donald Trump. Mientras la candidata del
Partido Demócrata Hillary Clinton se mostró un tanto ambivalente frente una
reforma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus
siglas en inglés), promoviendo por su parte el recién concluido Acuerdo
Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), Trump desde muy temprano amenazó
con rescindir ambos Acuerdos, bajo la promesa de recuperar empleos para el
sector manufacturero. Esta estrategia le valió a Trump victorias importantes en
el denominado “cinturón de óxido” y otras regiones en las que se evidencia la
decadencia industrial de los Estados Unidos.
Sin embargo, para lograr su
promesa de campaña el Presidente Trump deberá zanjar algunas dificultades. En
primer lugar chocará con la realidad de los Tratados de Libre Comercio ya
vigentes, tales como el NAFTA y el Tratado de Libre Comercio entre República
Dominicana, Centroamérica y los Estados Unidos (DR-CAFTA). Estos Acuerdos se
encuentran en un estado avanzando de implementación. La ruptura súbita de ambos
Tratados, implica un severo ajuste de las relaciones comerciales, con lo que el
Presidente Trump pudiera encontrarse de frente a sectores importantes,
incluyendo a algunos lobistas en el Congreso de los Estados Unidos. Podría
intentar modificar sus términos, pero eso conlleva también la negociación de
otras concesiones, lo que deberá armonizar con el sector privado.
En segundo lugar se encuentran
los Acuerdos Comerciales que están en proceso de ratificación y aquellos en
fase de negociación. En primera instancia tenemos el caso del TPP. Este Acuerdo
fue firmado el 4 de febrero del presente año, pero necesita la aprobación del
Congreso de EEUU mediante una consulta denominada “Fast Track”. Lo que complica
el escenario para el TPP no es tanto la aprobación del Congreso, sino su
posterior rechazo por parte del Ejecutivo. Inclusive Trump ya manifestó esta
misma semana que retirará a EEUU del TPP tan pronto asuma su mandato. Un duro
golpe, que de seguro afectará la viabilidad misma de este Acuerdo, pero que al
mismo tiempo nos puede beneficiar a los socios del DR-CAFTA, porque no desviará
el comercio hacia la región TPP, en especial con relación a Vietnam.
Por otra parte, se observan pocas
perspectivas para la denominada Asociación Transatlántica para el Comercio y la
Inversión (TTIP por sus siglas en inglés). Los motivos sobran, incluso sin el
factor Trump: desde las críticas de sectores por la manera en que se condujeron
las negociaciones, las preocupaciones sociales, ambientales, pasando por la
oposición de activistas, ONGs, llegando hasta diferencias en el ámbito político
e ideológico, el Brexit, etc. Por las dificultades persistentes a ambos lados
del Atlántico, se espera que el TTIP corra con la misma suerte que el TPP.
Trump ha prometido revisar o incluso rescindir acuerdos comerciales como el NAFTA y el TPP, buscando recuperar empleos en el sector manufacturero y atender las preocupaciones de la clase trabajadora.
ResponderEliminarLa implementación de estas promesas no será sencilla. La ruptura abrupta de tratados ya establecidos, como el NAFTA y el DR-CAFTA, podría desestabilizar las relaciones comerciales y enfrentar a Trump con poderosos intereses en el Congreso, incluidos lobistas que defienden la continuidad de estos acuerdos. La modificación de los términos de estos tratados requeriría negociaciones complejas y concesiones que podrían no ser bien recibidas por el sector privado.
Podemos decir que la promesa de Trump de "hacer grande a Estados Unidos de nuevo" en el contexto de los tratados comerciales se enfrenta a una realidad de interdependencia global y relaciones comerciales complejas. La capacidad de su administración para navegar estos desafíos determinara no solo el futuro de los acuerdos comerciales, sino también la estabilidad económica de Estados Unidos en un mundo cada vez más interconectado.